viernes, 18 de julio de 2008

Querida abuela...


Me dirijo a ti, justo un año después desde que te fuiste. No creo en el más allá, ni en la vida después de la muerte, ni en los ángeles de la guarda. Sé perféctamente que nunca podrás leer esto que te escribo, que dejaste de existir hace ya mucho tiempo, y que lo que hay en mi memoria y el olor de tu casa es lo único que me queda de ti. Aun así, es a ti a quien le escribo, y es a tu vida a la que tu nieto le quiere dar el tributo que se merece.

Desde que tengo uso de razón estuviste renqueante de esa enfermedad degenerativa con nombre tan extraño, pero que tuve que aprender a la fuerza. Una vez, hace tiempo, viendo las noticias, escuché que habían investigado mucho sobre ella y que había grandes adelantos para esa dolencia, y fui corriendo a avisar a mi padre. Lo recuerdo muy bien por el palo que me llevé cuando me respondió que para ti era demasiado tarde. Quizás en aquel momento no lo comprendí, era demasiado pequeño y nunca te vi mostrando ningún signo de debilidad. Nunca lo diste. Jamás. Fuiste una luchadora durante toda tu vida, dándolo todo por sacar una familia adelante en aquellos tiempos tan difíciles, viendo después como iban dejando el nido que le habías proporcionado para irse alejando poco a poco de ti, y al final, terminaste luchando contigo misma, con aquel brazo que no dejaba de temblar, pero que no era excusa para seguir preparándome el mejor plato que jamás probaré en mi vida: tus patatas con huevo artesanales, camperas, o como quieran llamarlas los entendidos. Sí, abuela, aun las recuerdo, y, sintiéndolo por mi madre, no habrá nada más que desbanque esa maravilla del primer puesto. ¿Cuál era tu secreto? ¿El aceite de campo, como yo lo llamaba? ¿Esa sartén, tan antígua como tú? ¿Esas manos de cocinera, que tantas bocas había alimentado con el mismo cariño de siempre? Nunca lo sabré... pero se me hace la boca agua de solo recordarlo. Aquí no hay lugar para lágrimas.

Me gustaría haber pensado todo esto mientras aun eras consciente de todo lo que te rodeaba, me gustaría que aun siguieras ahí, sentada en tu sofá esperando a que llegaran tus nietos y pedirles que, si querían la cena, que bajaran al cuartito y subieran las papas para poder pelarlas, sin importar que fuesen las 5 de la tarde. Me gustaría darte las gracias por haber cuidado de mi padre todo lo bien que pudiste hacerlo, por haberle educado de tal manera que, por poco que nos parezcamos y por muchos quebraderos de cabeza que le demos, siempre luche por sus hijos al igual que tú luchaste por los tuyos, sin esperar nada a cambio. Estarías muy orgullosa de él si supieras todo lo que te cuidó cuando tuviste esa mala suerte de darle esa ventaja a tu enfermedad. Él siempre decía que tú habrías hecho lo mismo o incluso más por cualquiera de nosotros. Y yo le creo, siempre le creo. Gracias a ti, tu hijo es mi mayor ejemplo en esta vida.

Respecto a mi... no he cambiado mucho desde la última vez que nos vimos. Sigo pensando que, en estas fechas, de nada me sirve haberme aprendido todos los ministros de Isabel II o la Tabla Periódica, cuando lo que verdaderamente me gustaría haber aprendido es cómo mantener la cabeza erguida cuando no hace más que caerse por el peso de las lágrimas... sigo pensando que de qué me sirve que me pequeño me educaran para controlar al animal que llevamos dentro, pudiendo alcanzar lo que quería con un llanto y ahora, con tantas leyes y protocolos, está mal visto que un adulto se queje y tenga que disfrazar este sentimiento de soledad en una entrada de un blog, intentando por todos los medios que nadie se de cuenta. Seguro que tú sabrías responderme, aunque sé que nunca hablaría contigo sobre esto. Y sin embargo... aquí me tienes, escribiendo a ciegas en algo que ni siquiera conocías de su existencia, sabiendo que hay cosas que nunca volverán... Consuelo de tontos.

Termino ya, querida abuela. Gracias por acompañarme esta noche, y por haberme hecho recordar tantas pequeñas cosas que guardaba demasiado adentro. En unas horas iré a verte, y al menos me consolaré pensando que lo que ocurra en esa misa no tendrá tanto sentimiento como el que he dejado aquí esta noche.

Tu nieto no te olvida...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Único, Como Tú. TQ