Hace ya demasiado tiempo, cierto profesor de Literatura me encandiló con su manera de ver las cosas, hasta el punto de hacerme replantear qué quería ser de mayor. Y aun ahora, que casi lo soy, me lo sigo planteando...
Una de sus enseñanzas que nunca olvidaré fue cuando, preparándonos para Selectividad, nos ofreció una pila enorme de textos para su posterior despiece y análisis, y entre ellos se encontraba uno enorme, de al menos tres folios, de un filósofo que no recuerdo muy bien el nombre.
Por supuesto, Fernando (que así se llamaba mi profesor) no pretendía que nos leyéramos todo ese tocho, sino ofrecer su propio punto de vista y hacernos pensar un poco, que al parecer nos hacía falta. Y al menos conmigo lo consiguió.
El texto trataba de una comparativa psicológica de los protagonistas de las dos grandes obras literarias de la humanidad, Hamlet y el Quijote. El autor explicaba, con bastante buen criterio, que la diferencia entre ambos personajes radicaba en su forma de actuar, totalmente opuesta. Así pues, Don Quijote de la Mancha era un hombre que apenas analizaba la situación, actuaba sin pensar en las consecuencias. Era un hombre de acción, por así decirlo, actuaba y después, si acaso, reflexionaba sobre ello. Por el contrario, el príncipe Hamlet se pasó toda la obra reflexionando, dudando, con una actitud meditativa a veces frustrante (to be, or not to be...). Jamás actuó a su debido tiempo.
El texto acababa con una reflexión personal (tomada por los pelos, pero bastante curiosa) que argumentaba que los españoles, al leer el Quijote, pensábamos que si el protagonista se pensara más las cosas quizá no hubiese acabado tan mal; mientras que los ingleses, por el contrario, se mostraban más dispuestos a actuar después de leer Hamlet. Por lo tanto, se podría decir que el Quijote alentaba más a la meditación, y Hamlet a la acción. Esa es la razón, según el autor, por la que perdimos la supremacía mundial en detrimento de Inglaterra.
Un poco rebuscado, sí, pero no deja de ser una reflexión bastante curiosa.
Lejos de caer en la inmensa tentación de irme al terreno personal y divagar sobre lo que me convendría, me limitaré a añadir que a veces es muy difícil elegir cuándo ser Quijote, y cuando ser Hamlet. La razón la ignoro, pero puede que hasta que no esté completada la obra no podemos discernir si hicimos bien o mal en un momento dado, o si sirvió o no para algo.
Pero eso es lo que hace que aprender de tus aciertos o tus errores sea tan difícil, y tan hermoso a la vez.
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Hace 10 años
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