jueves, 17 de abril de 2008

Seis Sentidos

Mírate, después de apenas unos instantes después de arrancarte de los brazos de Morfeo nubes de preocupación empiezan a invadirte. No era así mientras dormías. Aun no amanece.

Piensa. Recuerda. Utiliza esa deshabitada barca del recuerdo, naufraga donde más lejos puedas. ¿Me recuerdas?

Antes de tus primeros deseos, de tus primeras lágrimas de rabia, de tu voz de la conciencia. Cierra los ojos. Recuérdame.

Hubo una vez en la que no existían tantas preocupaciones…

¿Recuerdas cuando naciste?

Nadie puede. Haz un esfuerzo. Imagina. De repente llegas a un mundo amplísimo y desconocido para ti. Tu vista te enseña multitud de texturas, formas y colores que desconoces por completo. Conforme vas observando más detenidamente, nuevos interrogantes se abren, más deseas saber, y mayor es la sensación de miedo, de vacío. Esas imágenes emiten unos ruidos incomprensibles, algunos muy desagradables que no hacen más que incrementar tus temores, otros dulces que inspiran confianza y calma, aunque no sepas muy bien por qué.

Es ahí donde aparecen tus padres, tu familia, tu círculo de elementos conocidos. El miedo a lo desconocido se transforma en curiosidad al sentirte protegido. De repente, el sentido del gusto se agudiza, se eleva, cuando por ensayo y error vas descubriendo que cada objeto tiene su propia esencia, su propio gusto, que cada sabor tiene algo que te es imposible definir con palabras, y empiezas a seleccionar qué es lo que te gusta y qué no. De igual manera, aprendes a ser selectivo con tu círculo de elementos conocidos, y reconoces aquello que te conviene y aquello que no.

¿Recuerdas la primera vez que te topaste con aquello que llaman odio?

Siempre pensaste que los humanos nos diferenciábamos de los animales por su comportamiento, pero te diste cuenta de que quizá éramos tan peligrosos como ellos, y que sólo la educación intentaba tapar lo que realmente somos. Pero la educación no bastaba para ti.
No era justo, no parabas de repetirlo. No podías evitarlo.
Tiempo después, te repudiabas por haber sido un animal, como si nunca hubieses dejado de serlo alguna vez.

¿Recuerdas la primera vez que te topaste con aquello que llaman amor?

No sabías en qué consistía, dudabas de la existencia de un sentimiento tan autodestructivo. Pero supiste lo que era en cuanto te tocó sentirlo. La mente se te nublaba, tu cuerpo si apenas respondía. Nunca supiste como era caer desde muy alto, pero sabías que era la misma sensación que se adueñaba en el estómago.
Fue entonces cuando descubriste que cada objeto, aparte de su propia forma y sabor, tenía un olor que lo hacía único. Y ese, en especial, hacía que supieras al fin lo que significaba la palabra deseo.

¿Recuerdas la primera vez?

La vista hacía desnudar todo pensamiento.
El gusto paladeaba los sabores más apetecibles que jamás hubieses imaginado.
El oído te hacía mucho más consciente de aquello que te rodeaba.
El olfato canalizaba aquello por lo que creías que era tu objetivo.
Y, al fin, el sentido del tacto hizo acto de presencia cuando tus dedos recorrían por primera vez un cuerpo ajeno al tuyo, un cuerpo con latidos propios que iban incrementándose a medida que tu osadía iba a mayores, cuando tus labios descubrieron lo lejos que podía llevarte la sensación de no tocar el suelo.
Por primera vez, cinco sentidos fueron uno.

¿Recuerdas la primera vez de que topaste con aquello que llaman desesperación?

Nunca entendiste todo lo que llevamos hablando hasta que no aterrizaste de bruces contra el suelo. Te volviste a sentir pequeño, vacío, asustado, sólo que esta vez eras consciente de lo que te rodeaba. Así que volviste hacia atrás. Todos los sentidos se te anularon de nuevo, pero apareció otro: la razón.

La razón. Poderoso aliado que hacía que todo lo vivido anteriormente sirviera de aprendizaje, que todo lo aprendido sirviera para vivir… aquello interfería en todas tus decisiones, seleccionando los momentos a su antojo, haciendo que se repitieran aquellos que verdaderamente interesaban y rechazando aquellos que, por intuición, no eran apropiados.

Así pues, las historias y los sentidos se fueron repitiendo, con más o menos intensidad, hasta llegar al día de hoy.

Las experiencias delimitaron lo que eres ahora. Lo que soy ahora.

Ahora despertaré, abriré los ojos, y veré este pedazo de papel escrito con mi puño y letra, y comenzaré a leer, y a recordar lo que aquel niño que llevo dentro me quiere decir. Que hay un sentido que sobra. El último.

Ahora despierta. Alza la vista. Descubre los sentidos como si fuera la primera vez que los paladeas. Cada palabra que leas hará que cada vez seas más consciente de todo lo que te rodea.

No deberías de olvidarlo, el siguiente paso que des será la siguiente línea de tu historia…

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante texto ;)


PD: Sólo espero que no sea cosa del algoritmo de "Lema y Plica", ¿no? xD

Anónimo dijo...

Ami Esa Historia Me Suena... Creo Q Fui La Segunda Persona En Leerla... Y El Primero Fuiste Tu.
(K)

Mr.Cutty dijo...

no Danicito, nada de lema y plica, fue algo que escribí por cierta personajilla hace un par de meses. creí que lo había borrado, pero me lo encontré en los archivos compartidos de el de sobremesa, y claro... uno no es de piedra :P

Anónimo dijo...

Tampoco te tomes en serio lo del lema y plica, que tiene todas las pintas de ser tuyo xD

Pero uno ya no asume las cosas al 100% :P, siempre hay hueco para la sorpresa.